RECUERDO DE UN RECUERDO

De pequeña, cada vez que en verano, ya anochecido, volvía de casa de mi abuela con mi padre, podía ver desde un lugar preciso de la carretera, la enorme pantalla de un cine de verano en el que siempre se proyectaba alguna película, y hacía el camino expectante, para no perderme las imágenes de indios, gladiadores o bailarines de claqué, que por un breve momento iluminaban la noche y excitaban mi fantasía, hasta que después el coche se alejaba y todo volvía a ser gris y normal.
La verdad es que a estas alturas lo único que conservo de aquel cine es el recuerdo de un recuerdo, y, no sé por qué, todas las escenas que desfilaron ante mí a lo largo de esos años, se resumen en una, un primer plano de un hombre y una mujer que se besan apasionadamente.
Por supuesto que desconozco el título de la película, y, por no saber, tampoco sé si mi recuerdo es real, o, lo más seguro, impostado, añadido a posteriori, con el deseo inconsciente de aferrarme a la ilusión de ese imposible final feliz que creo que deberían de merecerse todas las historias de amor.